
Me gustaría contaros una experiencia que viví hace más o menos 3 años y que aunque en principio puede parecer algo simple, me sirvió para aprender mucho.
Mientras estudiaba, me apunté en una asociación para gente que estaba estudiando magisterio y nos llamaban para trabajar como ayudantes en las aulas de 2 años. Estuve trabajando en un colegio durante un mes, y aunque la experiencia no me pareció muy buena me sirvió para darme cuenta de muchas cosas.
La metodología del aula consistía en que los niños hicieran exactamente lo que la maestra les pedía. Ella tenía unos objetivos marcados y los alumnos tenían que cumplirlos. Os cuento como ejemplo la anécdota de "las manzanas rojas". Todos los días todos los niños tenían que pintar una ficha y aquel día, tocaba pintar manzanas. A cada niño se le dio una ficha con una manzana. Para que las pintaran, se les daba dos pinturas, una roja y otra verde. Lo que la maestra les pedía era que pintaran la manzana roja y las hojas de la manzana verdes, y todo esto sin salirse de los bordes del dibujo.
Aunque ella les explicó muy bien a los niños/as el ejercicio, ellos/as cogían las pinturas que les apetecía y pintaban por toda la hoja, saliéndose de los bordes (lo cual era de esperar, ya que tenían 2 añitos y seguramente muchos no habían entendido lo que se les pedía, no controlaban el tema de los colores y ni siquiera controlaban su mano para pintar sin salirse). La reacción de la maestra fue inmediata. Nuestro trabajo consistía en borrar todo lo que los niños/as pintaban del otro color o lo que se salían y les volvíamos a pedir que lo pintaran otra vez. Algunas veces incluso lo teníamos que pintar nosotras bien.
Este tipo de experiencias son realmente frustantes, porque ver cómo todo el rato borran lo que haces, es muy desmotivante. Es como estar continuamente diciéndoles que lo están haciendo mal o que así no se hace.
La obsesión que tenía la maestra con que los niños/as aprendieran a pintar manzanas era demasiada. Entre sus objetivos, creo que se encontraba el de pintar las fichas bonitas de cara a los padres y madres. De todas formas los padres y madres sabrían de sobra cómo pintaban sus hijos/as y en la mayoría de los casos se darían cuenta de que las fichas las repasábamos nosotras.
Ese mismo año, hice las prácticas de fin de carrera con una maestra increíble, con una de esas personas que te impresionan con lo que saben y de la que estás continuamente aprendiendo y aprendiendo. Con esta maestra tuve la oportunidad de trabajar el tema de "las manzanas rojas" desde un punto de vista totalmente opuesto.
Los niños/as que querían pintaban y a los que no les apetecía se les respetaba, se les dejaba hacer lo que les apetecía (siempre que respetaran las normas). Encima de la mesa, los niños/as tenían una caja de pinturas de colores y cada uno pintaba las manzanas del color que quería y además podían salirse del dibujo tranquilamente, dando rienda suelta a su imaginación. Lo más importante era que ellos/as disfrutaran pintando.
Nuestro trabajo consistía en valorar su trabajo resaltando lo bien que lo hacían, lo cuál les motivaba, les arrancaba alguna que otra sonrisilla y les animaba a seguir.
De todo esto saqué la conclusión de que algunas veces nos obsesionamos con los objetivos, fijándonos sólo en lo que los niños/as "tienen que aprender" y no prestando atención a como les hacemos sentirse. Cómo se sienten es los que nos tiene que importar, su felicidad y su bienestar (especialmente en estas edades). También me dí cuenta de que los niños/as tienen toda una vida por delante para aprender de qué color son las manzanas.
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